“Todos
los niños nacen con un pan debajo del brazo”
Como sabréis es
mentira y no precisamente porque haya niños que no vean un pan en su vida (…) Sino
porque con lo que nacen todos los niños, y creedme que es cierto, es con una
pregunta. El hecho de que cada uno seamos únicos es por esa razón. Uno, al
principio, no es consciente porque, entre otras cosas, no sabe preguntar, ya
que para formular la preguntar se tiene que tener antes, de algún modo, y esto
lo explica Heidegger mucho mejor que yo, una preconcepción de la respuesta…Es comúnmente
sabido que, cuanto mejor formules tu pregunta más acertada será la respuesta. Y este buen formular se debe a una cierta
intuición que tienes en torno a la respuesta, aún así , hay que aprender y, a través, de las preguntas pasadas ir
afinando hasta preguntarnos por la nuestra. Pero la pregunta de cada uno es
siempre la que más cuesta, porque cada vez que afinamos en ella hay dar prenda,
hay, pues, que desprenderse de algo, la flecha usada, y acoger nuevas cosas, para llegar al blanco,
así es.
La pregunta es tu
tema, es libre pues se forma a la vez que tú te formas y se deforma cuando tú
te deformas. Pero, creo, que si logras preguntarla no desaparece contigo
porque, y esto lo digo con una veracidad intuitiva, esta pregunta al igual que
de uno mismo participa del otro, del uno en tanto que otro, de los otros, de
aquel otro que en cierta medida es uno (Un follón lo del uno y el otro…) Por
tanto es este un destino libre, un oficio, un quehacer a lo Ortega…Y una más de
las introducciones al proceso de: Formule su pregunta por un millón de euros, o
por un espacio en lo eterno, Pero, y esto es otra intuición, lo nos sobran aquí
son, los euros , lo que falta, bueno, afinar más la pregunta. Sobre lo eterno,
no me pronuncio, de momento tengo demasiados prejuicios sobre eso.