La RAE dice:

La RAE dice:
Vaivén (De ir y venir).
1. m. Movimiento alternativo de un
cuerpo que después de recorrer una línea vuelve a describirla, caminando en
sentido contrario.
2. m. Variedad
inestable o inconstancia de las cosas en su duración o logro.
3. m. Encuentro o
riesgo que expone a perder lo que se intenta, o malograr lo que se
desea.
4. m. Mar. Cabo delgado, blanco o
alquitranado y de dos o tres cordones, que sirve para entrañar y forrar otros
más gruesos, dar ligadas y hacer ciertos tejidos.
5. m. ant. ariete
(‖ máquina militar).
6. Más todo lo demás (Su sentido poético)

sábado, 8 de octubre de 2011

Delírio universitario o fragmento del gran murmullo de la vida

    Se despiezan en mi cabeza los ruidos fértiles de la vida. Como tromba de agua en mis oidos, mi mente se queda sorda. Un movimiento de hoja al viento, el rasgar de un bolígrafo sobre el papel, como si estuviese arañando un cuerpo. Estoy viendo un cosmos, pisando sobre el fondo de la realidad, amasando el molde de mis pensamientos, a la manera en la que me los moldearon otros, con juegos y milongas. La lejanía de lo cotidiano se evapora y la nitidez embelesa mis sentidos y un viento que hará volar a las montañas arremete contra mi pelo. Escribo una pequeña crónica de un niño loco que se desprende del eco ajeno y hace el murmullo suyo y entendible, eso creo. Todo se me introduce dentro, oigo los pasos y conversaciones que acontecen en los pasillos, que están más allá de las puertas cerradas del patio de los naranjos, en la facultad de Filosofía. Pequeñas migajas de un presente que volaba, como hace un momento, lo hacía la palomita, que se ha parado en esa mesa verde, tan típica de un colegio. Este presente que estaba en alguna parte y, ahora, se me clava en un tímpano que por fin ha dejado el pítido de áltura angustioso que sentía hace un segundo. Un verdadero presente que está aquí, ahora que he logrado nombrarlo.  El verde de las redondeadas copas de los árboles, es fino y cristalino vídrio que ilumina el suelo con una sombra de globo aerostático, meciéndose al compás de una brisa caprichosa. De repente, una rama que cúlmina en dos hojas diminutas se sale de la circunferencia, pintada como dibujo infantil en una guardería, a la vez, dos gorriones, dos machos, bajan al suelo e inician un piar incesante. Y, entonces, me hago esa angustiosa pregunta: ¿Es esto una ilusión? Esa frase que me saca dos palmos del seguro suelo y me tiembla la coherencia y en un escalofrío se recorre mi pierna derecha. Estas visiones cristalinas se caerán de su soporte como el papel pintado que se desprende de las paredes, como el decorado de una obra de teatro si un gigante intentase sentarse en una de las butacas del graderio, el gigante es esa pregunta. Casi me quedo sola de mí misma cuando, justo a tiempo, recuerdo el reloj, lo miro, no han pasado ni tres minutos. Y, como si acabase de llegar allí, me doy cuenta de donde estoy, me surge otra pregunta incesante más a mis espaldas, la más importante, pues respondería, además, a la primera: ¿Alguíen más nota todo esto? Ahora en este momento, quiero ver otro rostro inmerso en el abismo del murmullo del mundo... Alguién más ha escuchado con tanta nitidez unos pasos, de pies de tronco tosco de árbol, de resonancía de eco cavernoso. ¿Y los gorriones? Es qué solo ellos han notado el cambio del algo en mí, al compás de unas hojas movidas por una leve brisa de viento. Es que esta nitidez, este brillo y este embelesamiento por lo mundano se nos está escapando todo el tiempo...
   
    Me rio, me río y me río, ultimamente cada vez más. Porque todo es solamente producto de la ansiosa espectación, y que es la risa sino, a veces, una ansiosa espectación  que se ha sorprendido de sí misma. Me río, me río y me río... De saber que por más nada que haya para otros, para mí, hay casi de todo en todas partes.

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