Tú buscas las purezas
subido, más arriba,
entre crisálidas universales.
Y añades a ellas sin quererlo tu porción de sabiduría. Pero no la quieres, no es pura, no es bella, no es cierta. Y te atolondras a diario, renegando de tu esencia, elaborando estatuas llenas de justeza que no te colman porque no son tus manos las que las forman, sino otras que se adhieren a tu boca y te hacen decir verdades en serie, bellezas en serie, vacio en serie.
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