- Mamá el abuelo está frío y rígido –
Eso le dije y, en verdad, estaba frío, tumbado en el sofá. Un durmiente en su aposento con su cena picoteada en la mesa de la cocina y un vaso de agua medio lleno en la mesa salón, con una servilleta de papel como posa vasos... Con su mano apoyada dulcemente bajo del rostro, y recostado en posición infantil. Lo único que revelaba que ya no estaba como antes era su boca entreabierta. Todas las cosas banales estaban intactas y se habían convertido en pequeños relicarios, pequeños como él mismo de pequeño y, a la vez, tan gallardo, tan atemporal, pero sobre todo tan humano, mundano, e inaccesible al beso de calor con el que despedí su mejilla. Y después de verlo en algunas noches parece que su recuerdo ha dejado el oleaje con el que pululaba por mi ser para pasar a estar en la simiente de mi tiempo, en momentos de algunas horas en las que le rindo pequeños homenajes. Cambió la vida sin hacer demasiado ruido, sin expresiones de angustia, solo, gallardo y dulce. Con la muerte del mirlo blanco.
transmites mucho con tus palabras .. este es un texto muy bello .
ResponderEliminarMe gusta que te haya conmovido ^^...Lolapizzera XD
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