La RAE dice:

La RAE dice:
Vaivén (De ir y venir).
1. m. Movimiento alternativo de un
cuerpo que después de recorrer una línea vuelve a describirla, caminando en
sentido contrario.
2. m. Variedad
inestable o inconstancia de las cosas en su duración o logro.
3. m. Encuentro o
riesgo que expone a perder lo que se intenta, o malograr lo que se
desea.
4. m. Mar. Cabo delgado, blanco o
alquitranado y de dos o tres cordones, que sirve para entrañar y forrar otros
más gruesos, dar ligadas y hacer ciertos tejidos.
5. m. ant. ariete
(‖ máquina militar).
6. Más todo lo demás (Su sentido poético)

sábado, 19 de noviembre de 2011

"Lo bello encanta y lo sublime conmueve"

“Lo bello encanta y lo sublime conmueve”
Resumen, con excesos y levedades, de una clase de Historia de la Estética.
    Lo sublime según Kant es lo que nos abruma, nos supera, no es placentero y a la vez oscuro, angustioso. Bello y sublime se parecen en que placen por sí mismos y ambos son un juicio de reflexión pero la belleza es un libre juego de imaginación y entendimiento y lo sublime provoca una relación más profunda, la relación que se da entre la imaginación y la razón. Cuando sentimos una experiencia sublime, según Kant, lo que ocurre es que nuestra imaginación quiere alcanzar el grado de comprensión del objeto estético que provoca esa experiencia y al no llegar lo suficientemente alto, al no poder abarcar todo lo que este hecho supone es, entonces, cuando entra la razón en juego.
      Kant utiliza la naturaleza como punto de ubicación de lo sublime. Para este autor no hay otra experiencia más clara de este hecho que en la naturaleza, cuando nos sentimos desbordados, superados por, por ejemplo, un paisaje de un acantilado que da al mar, a un mar picado y embravecido que amenaza con destruirnos pero a la vez nos extasía. Cuando vemos la monstruosidad del poder natural embelesando nuestros sentidos y superando nuestra intelectualidad como si solo fuésemos un juguete de su fuerza y movimiento, y quizás ni siquiera eso, sino sintiéndonos aún más insignificantes nos dejamos llevar por la experiencia estética  y nuestro interior se queda en Nada, en sordo silencio ante tanta imperiosidad.  
    Kant distingue dos tipos de sublimidad, a saber:
-          Sublime matemático: Cuando algo es absolutamente grande, inabarcable…por lo cual toda cosa empequeñece a su lado. Por ejemplo, la idea de infinito, esa que nos pone en jaque, y cuando la pensamos hay como una especie de barrera que impide que la concibamos en su total significado.
-          Sublime dinámico: Es una fuerza desmesurada, que nos pone en peligro porque lo que verdaderamente se ve amenazado es nuestra voluntad, nuestro deseo. El ejemplo mejor lo encontramos en la naturaleza, según Kant, en una tormenta eléctrica por ejemplo.
   Lo que crea lo sublime es una suspensión de las facultades, la imaginación se enfrenta con sus propias limitaciones. Esa imaginación que es en parte reproducción y en parte creación. Pero  ¿por qué la razón entra aquí en juego? Pues bien Kant la utiliza para llegar al plano de lo noumenico, lo suprasensible, eso es lo que nos produce placer, el tocar con la punta de los dedos alzándonos casi más allá de nuestras posibilidades y llegando a, lo que Kant llama, nuestras ideas de razón. Y lo que nos produce un displacer es que durante esa experiencia hay una discordancia entre sujeto y objeto. Pero lo sublime al final nos libera, como alguien que ha pasado por un trauma o una angustia interior y en un momento dado vuelve a recuperar el equilibrio y superando ese momento de tensión en su espíritu “renace”. Porque, como dice Kant, “lo bello encanta y lo sublime conmueve” y lo sublime produce cierta violencia en notros, pero solo se completa esta experiencia cuando hemos superado ese conflicto.  Cuando nos sentimos liberados. Así en una misma experiencia se juntan placer y dolor para alcanzar una liberación, o en palabras de Kant, un acercamiento al plano suprasensible de nuestro ser.

Un sublime
Me recreo hasta que mi mente y mi espíritu no alcanzan a más, entonces, todo en mí fluye, como los nervios de una catedral gótica, suben hacía la cúpula azul estrellada y se entrelazan en hondas conexiones de frustración y placer.  Y un escalofrío, recorre el cuerpo que, se encuentra, anestesiado y sin fundamento, con un grado leve de angustia, mi mente se despereza y en su sordo silencio llega a sentimientos sin palabras, solo con reacciones del cuerpo, por un arriesgado salto del intelecto me supero  y  veo la cúpula estrellada, las infinitas posibilidades. El mundo queda despiezado por un segundo y el calor como de un astro que, ocultandome entre sus brazos me envuelve. Y soy, en el segundo de un guiño, de nuevo, una niña, que solo siente, no habla, no puede, solo piensa en escalofríos que la ponen en suspense, en peligro, y a la vez la refuerzan y adhieren a un terreno, el cual,  es con el menos se puede tocar el suelo y con al que más he sentido el estar sujeta.

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